¿Recuerdas cómo era tu aula cuando eras pequeño/a: las paredes, puertas y ventanas, la disposición de las mesas y sillas, la mesa del profesor y su posición? Piensa ahora en tu aula, donde enseñas, donde eres profesor/a. Tú has cambiado de lugar y de perspectiva, pero ¿el espacio es muy diferente al de tu clase de niño/a? ¿Qué diferencias encuentras entre una y otra clase?
Pasamos mucho tiempo de nuestras vidas en una clase. De niños, de jóvenes y cada vez más de adultos también. El espacio del aula, junto con nuestros profesores, compañeros y familias, es un agente clave en el aprendizaje de una lengua. Incluso se habla del aula como el tercer educador. En la enseñanza de idiomas están cada vez más presentes las metodologías centradas en el alumno y en sus necesidades. Este enfoque promueve las inteligencias emocionales y la diversidad, son metodologías activas que implican comunicar, pero también moverse y actuar. Algunas incluso proponen darle la vuelta a la clase para que esta sea un espacio esencialmente de práctica y comunicación.
La organización del espacio de aprendizaje es un factor esencial a tener en cuenta a la hora de poner en práctica estos diferentes enfoques metodológicos. Sin embargo, nos encontramos a veces con situaciones en las que debemos o queremos poner en práctica nuevas dinámicas o enfoques, pero en espacios todavía con mesas ancladas al suelo, paredes que no podemos tocar o puertas que no podemos abrir. En las clases de infantil y de primaria tenemos muchos ejemplos de cómo se están reinventando las aulas con grandes avances en las escuelas públicas, sin embargo, la enseñanza de adultos parece que ha quedado en un segundo plano.
¿Cómo podemos romper con esta disposición tradicional del espacio? Te mostramos cinco claves para diseñar el aula de lenguas:
- Necesidades de aprendizaje. Los muebles y su disposición han de responder a las características y objetivos de las actividades que queremos que se desarrollen en el aula. Dependiendo de dónde quieras que tus alumnos pongan el foco y según trabajes por proyectos, en parejas o grupos, en debates o en discusiones en clase abierta, será más efectiva una u otra organización: en filas horizontales, en forma de U, en mesas de grupos de 4 estudiantes o en puertas abiertas que propongan salidas del aula y una aprendizaje más allá de sus cuatro paredes. Los nuevos espacios y su disposición generarán nuevas dinámicas y formas de participación.
- Espacios cómodos, flexibles y oxigenados. Tendemos a asociar el aprendizaje con experiencias y recuerdos. Los colores, las sensaciones, los olores y las emociones son elementos clave que harán que recordemos el aprendizaje de una u otra manera. El clima y ambiente de trabajo, la decoración, la disposición de las mesas influyen en su predisposición y actitud a aprender. El espacio del aula ha de ser, por tanto, un espacio limpio y ventilado, un lugar cómodo y agradable.
- El aula como espacio de aprendizaje. El espacio del aula ha de mostrar lo que sucede dentro, es decir, el aprendizaje. Y por tanto, que refleje la la alternancia de tres situaciones básicas: la percepción de realidades significativas (input), el proceso de aprendizaje y la expresión de las nuevas habilidades, conocimientos o capacidades desarrolladas (output). El aula debe por tanto, facilitar la presentación de muestras de trabajos de los estudiantes (sin su evaluación), proyectos, citas educativas que motiven, espacios con repositorios de cultura como una pequeña biblioteca, recursos musicales o diccionarios. Eso sí, sin cubrir todo el espacio del aula para que no se sature de información y la que hay sea accesible.
- Atención a la diversidad. El espacio del aula debe dar la misma posibilidad de aprendizaje a todos los estudiantes, más allá de sus diferentes ritmos de aprendizaje, sus dificultades o sus culturas. Piensa siempre en cómo hacer que participe y dar visibilidad a ese “alumno invisible” que siempre está en las aulas.
- Espacios interactivos. Es decir, espacios que fomenten el aprendizaje colaborativo y la interacción entre alumnos. Donde los estudiantes puedan reflexionar, debatir, aprender apoyándose entre ellos, y enriquecerse de esta socialización.
Algunas de las ideas concretas que podemos llevar a nuestras clases para dinamizar el espacio son:
- Los rincones. Se trata de un tipo de organización del aula que permite identificar diferentes espacios de la clase con un tipo concreto de actividad o aprendizaje. En un rincón concreto, por ejemplo, los alumnos pueden encontrar recursos como libros, lecturas graduadas, juegos y actividades para hacer cuando hayan terminado las tareas individuales. Los rincones nos ofrecen una posible solución ante los diferentes ritmos de trabajo y aprendizaje en el aula y permiten a cada alumno poder siempre aprovechar el tiempo de clase para aprender. En el caso de clases con adultos también es importante ofrecer un espacio de biblioteca o de acceso a muestras de lengua y de cultura.
- Las estaciones. Una forma sencilla de potenciar los espacios de experimentación y aprendizaje por descubrimiento es mediante las estaciones de trabajo. Se trata de una dinámica de aula en la que los alumnos realizan actividades pasando por diferentes espacios del aula. En cada espacio hay una propuesta específica que deberán realizar en un determinado periodo de tiempo, ya que deberán hacer un recorrido y pasar por todas las actividades dispuestas en cada estación
- El flexible seating. Esta corriente pretende crear distintos espacios en el aula, en concreto espacios de trabajo, para que cada alumno escoja el que mejor se adapte a su manera de aprender y a sus necesidades en ese momento concreto de su proceso de aprendizaje.
En el curso Creatividad en la enseñanza de idiomas, Iris Pons, maestra de inglés en educación infantil, nos mostrará cómo trabajar cada una de estas propuestas en el aula de idiomas, tanto con niños como con jóvenes y adultos.
Y tú, ¿cómo rediseñarías tu aula?